BAJAR A LA CIUDAD

Resucitamos cada día por partes

nos hidratamos y nos hacemos carne en dos movimientos.

 

En el nombre de un bautismo negro

nos parapetamos

armados hasta las uñas con papeles vacíos,

bailando encima de una mesa de piedra blanca, con dientes

que se baten a duelo y que van y vienen de los sueños.

 

He soñado con que dejo caer un diente de mi boca al piso,

he dormido de cabeza, sin plata y con

largos tiempos de espera.

 

Y he resucitado

mientras todos a mi alrededor se derriten y

respiran al unísono como en estampida.

 

Muertos de la risa bajamos a la playa

trazando líneas discontinuas a medida que nos desplazamos,

 

el escalofrío se nos vuelve concepto

y en cuanto tal termina flotando sobre las aguas

como esa canción llamada “Barco Ebrio”

en la que más o menos se habla de la deriva

y la que cantamos de vez en cuando para sentirnos irreductibles.

LA EDAD DEL OTOÑO

Mis amigos, les escribo desde un lugar inconcluso, como

cualquiera de los otros lugares que conocemos, a medio caminar, a medio mantener la postura

les mando todas las muestras de amor posibles al modo de un contrabando,

como un cargamento toneládico de sustancias meta-mentales o de armamento

queriendo generar revoluciones a la distancia, a voluntad y pulso,

con letras, con mates y porros, así y con el cariño de los que te mandan

largos correos detallando historias y estados del ánimo.

.

La realidad es una,

o a lo mejor así lo entendí yo alguna vez hace años,

una y múltiple o tiene muchos nombres y colores, como un payaso andrógino o hecho de

fuegos artificiales, es una y desmembrada la realidad,

y parece ser que te persigue, te despide en los aeropuertos,

te la cruzas en el mercado

como la falta de sueño.

.

Estoy como un animal que duerme tectónico

a la sombra del oxígeno y de las vueltas a la manzana

sobre un plano urbano.

Suave mi reposo, lento y grave como el de las nubes

oscuras, cargadas de lluvia y manía,

me desplazo reptando por los rincones

más estrechos y enviciados

apoyo manos y lengua, los pecados

y el antagonismo ejercido en el tiempo.

.

Sucede que estoy como en un viaje de vuelta a la tierra

dando la vuelta al círculo a baja velocidad

sin prisa, pensando en silencio que quizás

ya he pasado por estos escenarios,

los puntos en la ruta con su familiaridad

las etapas de la vida y los ciclos de la historia.

k

La forma esférica del día a día entre la gente

me habla de un avanzar en círculos cada cierto tiempo,

de ahí la extrañeza que causa la

monotonía de las tensiones a nivel de pieles

y corazas.

hj

A medida que bajan las temperaturas,

y las pasiones actúan en tono pudoroso

moliendo el silencio de las mañanas lentamente,

también decantan los instintos artesanales

las ganas de hacer tiempo con los dedos,

de urdir ideas con formas sonoras,

todo bien despacio, sin tensar mucho la

espalda, hace frío, echando luz sobre espacios cerrados.

.

Habitamos aquí y allá un espacio distópico

los bordes ridículos de una vida que siempre quisimos ajena

o surreal, una fantasía de mal gusto,

donde todas las clases de hambre se intersectan

la escala completa de los fríos que aguanta una cultura.

Dado el planeta de malentendidos al que nos ha tocado caer

vemos cómo de éste emanan trazos hermanables,

patrones y circunstancias que se repiten en partes

diferentes del continente.

.

La policía está en todas partes

la soledad es estructura

la mala onda es norma de vida en común

junto con el hábito de llenarse el estómago con deudas y licores

y dejamos que se nos enfríen las ganas de baile y hueveo,

decimos estar cansados o sin dinero

lo creemos así, amoblando el espacio-tiempo con nuestra presencia

tiesa, minimizando los tonos de rojo en la pintura,

todo el día a punto de soltar una lágrima o un bostezo.

Yo antes pensaba que ya estaba todo dicho

que la imaginación colectiva en su totalidad ya había

                explorado cada rincón de la experiencia

y eso quiere decir haber padecido cada tonalidad

de sombra en el sentido de los dolores

                de espalda o de afecto,

y acaso los dolores no son afectos o,

                               más bien,

afectarse no es acaso un poco como dolerse,

dejarse doler suavemente

                como ropas que deslizan por el cuerpo

                al salir y caer al piso

dejar que algo hermoso te duela con cariño

                que un par de días te duelan con sorpresa

                y desbordes y con

música con vino o sin vino pero

que la vida te duela un poquito,

                yo antes pensaba que no tenía que doler,

y ponele que antes yo asociaba el dolor con

cosas que dolían,

entendía que sufrir era sufrir solo,

sufrir jaquecas o resacas de culpa, que dolerse era

                limitarse al malestar sin potencia,

hundirse, caer de cara a tierra, inmóvil

sin ver que a mi alrededor todos también caen,

se hunden de cabeza y se duelen

                son atravesados por sentimientos de diferentes tamaños y grosores,

algunos crecen en la garganta y revientan

                en actos de locura o heroísmo que es algo parecido,

el punto es que la vida nos duele en todas las direcciones,

en dimensiones que se disparan lejos y desaparecen de vista,

                y estando aquí como estamos

                en la incertidumbre resuelta de estar

                en un presente constante y sin lugar propio

sabemos que dolerse no es estar herido,

aunque sepamos recibir daño a diario,

nos dolemos de a dos, de a ocho, de a muchos o a veces solos,

                la vista se nos nubla y la remamos, no nos pesca nadie,

sentimos que no nos dan las fuerzas y descubrimos ahí otro dolor nuevo,

                nos acostamos y nos levantamos y seguimos,

respirando como se pueda

y nos tratamos con un dolor de amigos,

nos mandamos largos saludos de cumpleaños

                densos y cálidos

en los que reímos y hacemos como si

nuestras vidas tuvieran un lugar

en la historia del globo.

CUÁNTAS BALAS PUEDE RECIBIR POR LA ESPALDA EL CUERPO DECOMPRESO DE LA POESÍA

Yo nací sin voz

sólo con la certeza de que mi nombre y otros tantos pesan fuerte

al interior de mi cabeza

con la gravedad de una desesperación tectónica,

desesperación ante el espanto de nacer sin origen

como la grande y larga huella que va dejando, entre los cerros,

la estampida de todos los actos de dolor padecidos

por una comunidad de seres vivientes

sobre el trasfondo pintoresco de nuestra obsesión con el futuro.

Y con qué cara podría yo quejarme de esta obsesión

con qué autoridad quitarle mérito a este sano instinto de

sobrevivir al eclipse de la lindura en el universo.

 

Nacer sin voz, sin papeles,

nacer en el epicentro de los olvidos que aún no nacen,

habiendo desaparecido tanto viajero lejano

buscándose y no encontrándose

entre largas nubes de hielo y balas,

habiéndose extraviado tantos antes de que yo me extraviase

yo a mi manera insípida caminando

sin recordar ni mi nombre ni mi ropa.

 

Contraje una voz

la deduje del frío que me da pensar en levantarme,

me la armé con tabaco seco

con los restos de aquellos suspiros del pasado que no alcanzaron

a reencarnar en moneda.

Esta voz la encontré aquí plantada

como bandera vieja, como casa vacía,

sumergida en el celibato de la teoría revolucionaria,

desorientada, irreflexiva y torpe

como un invierno masculino

pidiendo unas limosnas entre los callejones de una ciudad al sur de la historia.

 

Vi casas con gente yendo y viniendo

techos y montañas y lápices

y fue entonces que contraje estas palabras

en el espacio de unas décadas que se derretían

al calor de una poesía que no estaba siendo escrita.

 

Sobrevivir a la vida

cuando es tan fácil conseguir que te maten,

ahí es cuando callarse se vuelve inoportuno,

lo siente uno como atravesándole los huesos de la cara

la gente que desaparece y las historias

que no llegan a ser contadas.

El descanso se vuelve redundante

y la comida parece llegar siempre más fría a la mesa.

El solsticio: Tiempos de Medianías y nuevas invenciones

Hace algunos años, Silvia Rivera Cusicanqui[1], nos advirtió de cómo cierta espectacularización del indianismo-katarista había apropiado e inventado «el año nuevo Aymara» por medio de una sutil técnica de instrumentalización y racionalización estadocéntrica, coronándolo el 21 de junio del 2006 con la celebración realizada en la ciudad sagrada de Tiawanaku del triunfo electoral de Evo Morales. La invención por la cual habría que estar alerta, dirá Silvia, parte por una suerte de colonialismo interno con el cual el discurso de lo indígena es ocupado estratégicamente por las nuevas generaciones como una prótesis existencial por medio de la cual el Estado permitirá confirmar su hegemonía sobre una sociedad criolla mestiza desesperanzada, resuelta en una suerte de nihilización neoliberal a ultranza que patentiza la realidad g-local.

 

Sin duda, la invención por sí misma no es de lo cual hay que tomar cautelas, sino de la imaginación política que la dota de sentido, de los niveles y tipos de conexión que propicia, de las intensificaciones o atenuaciones de la vitalidad de las pueblas que promueve. La invención que nos preocupa es aquella que tiende a plusvalorizar, acumular, aglutinar y atenuar políticamente/económicamente el saber irreductible de las pueblas, de sus más heterogéneas cartografías y diagramas con las que traman y trazan sus singulares rutas por en medio del mundo que habitan, convirtiéndolo en un valor de cambio multicultural de la cual tanto izquierdas y derechas profitarán en tiempos de extractivismo y neodesarrollismo. Antes que todo, preocupa la invención de la fiesta y el espectáculo tecno-fetichista del “indígena” como estrategia de control y apaciguamiento de las capacidades creativas y autodeterminantes, de las potencias imaginales, con que las pueblas tienden a multiplicar y reinventar los modos de habitar el solsticio, la medianía; ese «entre» o distancia, extremadamente singular, valga la redundancia, entre el mundo, sus fuerzas, sentidos y tensiones, y las formas de vivir que lo habitan, los desafíos con que nos prestamos singularmente “a darle cara”.

Me interesa pensar el solsticio como una experiencia y un tiempo singular e irreductible en la que las pueblas, tan dispares entre sí, despliegan sus saberes, afectos, malestares, ingenierias, en función de una cartografía de las luchas con que, a nivel molecular, en el día a día, en el cotidiano, construyen sus mundos, sus estrategias, aquí y ahora. Un solsticio que permita a cada puebla absorber del «chachapuma», por ejemplo, hombres devenidos animales, la vitalidad de un silvestrismo que se aventuraba a recorrer los entres de la pusi chakani (chacana), antes que como cruz, como mapa: cruzar salvajemente el entre la vida y la muerte, el entre cumbres y entre aguas, el entre el cielo y la tierra, el entre mujeres y hombres.

Absorber el solsticio como un tiempo de invención de nuevos insumos tácticos para devenir otros, para re-trazar nuestros mapas, estrechar alianzas/distancias que permitan intensificar nuestros presentes, nuestros entres. El solsticio como un saber de las máscaras y las lejanías para burlar la muerte extractivista que, como dijo un gran compañero, nos pone el “significante verde” como un instrumento ritual multicultural que capitaliza y desposesiona los saberes pretendiendo tomar el control total sobre las inteligencias desplegadas por cada puebla.

Absorber de cada dimensión estética del solsticio la potencia infinita para construir cada vez más inquietantes planos de orientación, modos de uso provisionales y frágiles de nuevos insumos, prácticas y saberes, pero con firme inclinación a la vida, a la astucia, al ingenio, al encuentro, para habitar el «entre». Tal como señaló el Devenir Galeano del Sup. Marcos, una invención estratégica del saber indígena para habitar «entre luz y sombra»[2], desafiando con entusiasmo y creatividad, la modernidad y sus bastiones. O en el otro extremo de las historias, como señaló Zaratustra, el solsticio como el momento en el que el mundo ríe y donde las bodas entre «luz y tinieblas» hacen acontecer el gran mediodía de la vida: el tiempo de abandonar y dejar a los viejos recuerdos, el tiempo de abrirse a esos nuevos huéspedes, a los nuevos amigos… a la fiesta del por-venir….

____________________

[1] http://www.la-razon.com/index.php?_url=/suplementos/tendencias/invencion-Ano-Nuevo-Aymara_0_1666633439.html

[2] http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2014/05/25/entre-la-luz-y-la-sombra/

Corrupción, extractivismo y Benjamin como vigía zapatista. Apuntes de la distopía Latinomericana

a Macarena Valdés, por la venganza de la Mapu

1.

Minutos antes de encontrarse con la muerte, Walter Benjamin se mira en el espejo de su habitación en Portbou, en la costa nororiente del país catalán. Entra en el reflejo el paisaje del mediterráneo poblado de cadáveres arrumbándose en las playas europeas, y, junto con su rostro empalidecido, tras sus lentes empañados por el vapor del baño, el filósofo completa la imagen. ¿Qué está viendo Benjamin frente al espejo?, ¿al espía nazi, al soldado franquista, al militante del PCUS, que viene a quitarle la respiración con un golpe en la nuca? ¿Ve los cadáveres del mediterráneo, cuando aún eran cuerpos animados por las ganas y la esperanza, subiendo a precarias naves que se hundirán antes de llegar a la blanca Europa? ¿Observa acaso Benjamin su propio interior, en un delirio místico que le revela la situación del filósofo en tiempos de catástrofe (¿y qué tiempo no lo es?), interior que comparte con los pueblos de cualquier calendario y geografía, levantándose en armas contra la muerte? El ángel eres tú, pues, filósofx, que das la espalda a la parca pero tropiezas con ella en el espejo, cuando el pensamiento se expande como tu propio diafragma, en el último suspiro del siglo veinte.

2.

El capitalismo como productor de vida necesita también producir la muerte. Si hace vivir vidas tristes, sus potencias disminuidas, apasionadas por el cumplimiento del deber y el trabajo, moralizadas y moralizadoras, ávidas de esclavitud tanto para detentar como para someter; asimismo, las formas de vida libres y alegres, entonces rebeldes, se presentan como formas anormales y peligrosas que es necesario desactivar. Nos recuerda el compa Hans desde la prisión que «las fábricas de opinión pública y de producción de sentido común son sumamente efectivas» pero para cuando no funcionan «están las pistolas de la democracia policial» (Réquiem por la luna que se fue, p.5). Capital como ontología, pues, del crimen contra la vida humana y no humana. Crimen permanente: necropolítica o capitalismo gore, nos dice Sayak Valencia. Claro que las violencias están distribuidas territorialmente en un ordenamiento geopolítico adecuado a los flujos del capital. No a todos los cuerpos les toca recibir el mismo grado de castigo por su rebelión, esto es, por tender a su alzamiento, a la libertad de acrecentar su potencia.

Frente a la convergencia de diagnósticos en torno a la distopía en curso, lxs hermanxs zapatistas afirman que «Ayotzinapa no es la excepción sino la regla actual. Ahí está el retrato de familia del sistema a nivel mundial. Se ha dicho que el crimen organizado o el narcotráfico han permeado la política. Ha sido al revés: los usos y costumbres de una clase política corrupta (como la mexicana, en el caso de nuestro país, pero varios países cumplen con los requisitos) se trasladaron al crimen organizado» (El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista I, p. 216).

Corrupción, narcotráfico, crimen organizado. Si durante el primer siglo y medio de nuestras repúblicas americanas, los gobernantes fueron la facción administrativa del capital imperialista o, en el mejor de los casos, nacional; hoy existe una connivencia entre crimen organizado y gobierno estatal, en base al control y explotación de grandes industrias ilícitas como lo son el tráfico de drogas y de personas. Hay ahí, al menos, una clave para leer Ayotzinapa, que es la que da cuenta el documental Mirar morir: el ejército en la noche de Iguala. Cuando lxs estudiantes tomaron intempestivamente los buses en la terminal de Iguala, las fuerzas de seguridad federales supervisaron a distancia toda la travesía de lxs normalistas secuestradxs. El documental plantea la tesis de que los carteles de heroína usaban frecuentemente esos mismos buses para distribuir su mercancía, de allí que la presencia de lxs estudiantes haya sido vista como una interferencia para el crimen organizado. Entonces, el narco ejecutó, pero los policías y el ejército solamente miraron y aseguraron la masacre.

La existencia del mercado mundial de las drogas funciona articulando la moral que penaliza el consumo y circulación de las sustancias, con las fuerzas estatales que, dispuestas a combatir el narcotráfico, aseguran precisamente su circulación. En tanto relación social, el narcotráfico no puede entenderse sino desde su carácter ilícito. Las relaciones entre quienes forman parte de los distintos eslabones de esta cadena productiva, desde cultivadores hasta consumidores, están determinadas por la ilegalidad de estas actividades. Así, no existe narcotráfico sin una negociación (que se reajusta permanentemente) con las instituciones estatales, cuya participación en el mercado de las drogas, mantiene y alimenta esta guerra.

Si la gubernamentalidad, como ciencia de producir subjetividades humanas y dirigir comportamientos, tiene interés en estudiar la asociación de los gobiernos locales, nacionales o supranacionales con el narcotráfico, es porque lo lícito produce a lo ilícito, la ley necesita de su quebrantamiento para tener sentido normativo, o sea, poder. Como dice la famosa tesis octava de filosofía de la historia de Benjamin, «el estado de excepción en que vivimos es en verdad la regla».

La contradicción es una condición de la existencia humana, pero su operación explícita a nivel gubernamental es una de las características de la distopía. La norma produce su excepción para alimentarse de ella. Así se multiplican las cabezas de la hidra. La distopía hace ostentación de que lo que dice de sí es lo contrario del modo cómo actúa.

Asimismo, el narcotráfico es una forma de gobierno, y es una forma de este paradigma distópico de gobierno, porque hace vivir unas vidas y hace morir otras, de unas macabras maneras que rescatan técnicas tanto de la inquisición católica como de la doctrina de la seguridad nacional. Con el pretexto de combatir al narcotráfico (así como en los países de población musulmana se dice combatir al terrorismo), en el escenario latinoamericano de la guerra, el poder de la excepción produce la movilización de los ejércitos y las policías para asegurar el control hegemónico de tan importante mercado. El informe mundial sobre drogas de Naciones Unidas de 2016 afirma que el 9% de la cocaína que se consume en Europa, Asia y Oceanía, sale por puertos chilenos (Ernesto Carmona: Aumentan exportaciones chilenas de… cocaína. Radio y Diario Universidad de Chile, 5 de julio de 2016). Esto no quiere decir necesariamente que en Chile se cultive la hoja de coca, ni siquiera que en este territorio existan laboratorios que procesen esa planta. Lo único que revela la información de la oficina de Naciones Unidas que observa la droga y el delito, es que las estratosféricas cifras de dinero que invierten los gobiernos chilenos en el combate al narcotráfico y el espectacular despliegue de las policías civil y uniformada, y de las fuerzas armadas en las zonas fronterizas, aseguran una hasta ahora inédita participación de Chile en el mercado mundial de las drogas.

La izquierda bienpensante moraliza el consumo de falopa mientras santifica a la mariguana, en una operación que se deriva de la misma fetichización de la mercancía droga. Así, junto al discurso y acción policiales propias de la acción política estatal, se alimenta la judicialización del narcotráfico y la militarización de su combate. Pero la estructura económica que la sostiene ni siquiera se asoma a la crítica, aún cuando parte importante de lo que denuncian como corrupción procede de la relación entre el narco y el Estado.

3.

La corrupción designa el movimiento de un cuerpo hacia su muerte. En el plano moral que más frecuentemente se utiliza, se dice de algo que se corrompe cuando se separa totalmente de su razón de existir. Pero si las estructuras del Estado moderno históricamente han existido para asegurar un modelo de dominación social con el fin de la acumulación, no hay ninguna novedad en que un empresario se haga político para incrementar su patrimonio, o que un partido socialista invierta sus capitales en la gran minería. Si esto realmente nos sorprende es porque hemos estado dormidos muy profundamente. Proponemos entonces que lo que hoy se denomina corrupción política es parte de un movimiento estratégico de renovación del capital integrado mundialmente; que en este movimiento hay un reacomodo de las fuerzas dominantes; y que si estamos advirtiendo una tormenta, pues necesitamos disponer de todos los sentidos en desentrañar este movimiento para atacar el sistema de dominación de maneras efectivas.

En la región latinoamericana, finalizadas las dictaduras militares y con el advenimiento de las democracias contemporáneas, ha habido una renovación también de los enemigos del Estado. Las fuerzas guerrilleras revolucionarias más potentes de esta zona fueron aniquiladas o han ido siendo incorporadas a las democracias mediáticas neoliberales. El desarme de las FARC es celebrado por todo el espectro de la política representacional mundial, a pesar de que los datos duros con que tanto gustan revestir sus discursos como objetivos apunten en un sentido contrario a la mentada paz. 151 dirigentes sociales fueron asesinados en Colombia entre 2016 y el primer trimestre de 2017. «La mayoría de las víctimas fatales tenían en común ser miembros o líderes de procesos sociales y políticos por medio de las Juntas de Acción Comunal (JAC), la Guardia Campesina y resguardos indígenas. También pertenecían a reconocidas asociaciones de izquierda como Coccam, Fensuagro, Marcha Patriótica, Congreso de los Pueblos, Partido Comunista o la Unión Patriótica», señala el comunicado de los 9 frentes de las FARC, 8 milicias bolivarianas de las principales ciudades de Colombia, más la columna Daniel Arana, que se rehusan al desarme y acusan la traición de su dirigencia guerrillera. Como parte del reajuste capitalista mundial, los ex guerrilleros se suman a la lista de los nuevos enemigos de los estados latinoamericanos: en la misma categoría están los narcotraficantes, los movimientos sociales urbanos, y los movimientos indígenas y rurales.

Por su inspiración marxista, los movimientos guerrilleros de la segunda mitad del siglo XX tuvieron una difícil relación con los pueblos indígenas, dificultad que radicaba en la colonialidad de un pensamiento materialista por cuya práctica se veía a los indígenas simplemente como campesinos. Misma colonialidad que persiste en lo que el ex diplomático cubano Francisco López-Segrera denomina posneoliberalismo, término con que caracteriza la doctrina económica de los gobiernos progresistas de Latinoamérica, que sigue siendo extractivista, pero a este punto llegaremos un poco más adelante. El ejemplo más brutal de lo anterior es la relación entre Sendero Luminoso y algunas comunidades indígenas de la sierra peruana a las que la guerrilla maoísta torturó y masacró. Es claro que en la estrategia guerrillera las zonas rurales ocupan un lugar muy relevante, pues desde el control de territorios liberados avanza la fuerza revolucionaria hacia los centros de poder. Con la toma de la Sierra Maestra comienza la ofensiva que desencadena en la revolución cubana. Sin embargo, es saludable recordar que no existe territorio por liberar que sea ajeno a las propias fuerzas revolucionarias. Hay en la guerrilla al menos un antecedente en cuanto a la ocupación militar de las zonas indígenas de Latinoamérica.

Como lo demuestra el asesinato selectivo de dirigentes populares, muchxs de ellxs ligadxs a luchas ambientales, ecológicas e indígenas, la movilización de fuerzas militares en los sectores rurales cumple de paso con el objetivo de reprimir comunidades indígenas y asegurar esos territorios como zonas de sacrificio ambiental para megaproyectos extractivos. De ese modo, las comunidades, ahora despojadas de su territorialidad y espiritualidad, devienen rápidamente en mano de obra de las industrias extractivas, en un doble movimiento en que se intensifica su desvinculación comunitaria y con la tierra, y el capital se robustece apropiándose y destruyendo tanto el territorio como la fuerza de trabajo de sus habitantes.

Primer excurso (que es un recordatorio): Un sistema de dominación tan efectivo como el capitalismo mundial integrado no produce únicamente a la vida humana como subjetividad positiva, sino que limita, captura y extrae valor de la vida no humana, para la acumulación ilimitada de capital aún cuando los recursos primarios sean todo lo finitos que la existencia material permite. Fin del primer excurso.

Es evidente, por lo tanto, que el capital se reinventa de verde, de progresista, de academia, de centro de estudios, de revolución democrática, y así se potencia como máquina de captura. El crimen permanente se oculta entre las buenas intenciones de refundar la política, ejercer la ciudadanía, fundar la nueva república y acabar con la corrupción.

4.

En el tránsito de la doctrina de seguridad nacional a la guerra de baja intensidad surge un subproducto del militarismo y la reacción, que es el sicariato o paramilitarismo. Si ya no hay guerrillas que aniquilar, no por esto dejan de haber enemigos que el capital necesite exterminar. Muchas veces lxs activistas sociales, ambientales o indígenas no son atacados directamente por las fuerzas del Estado sino a través de estos intermediarios de la violencia, que en última instancia permiten evitar la responsabilidad estatal en sus asesinatos, como en el caso de Ayotzinapa. Así, este nuevo paradigma de la guerra se vuelve más quirúrgico, a la vez que se crea un nuevo mercado de la seguridad de los grandes propietarios. El panorama es diverso en Latinoamérica, por ejemplo en México y Colombia el sicariato lleva unos buenos años haciéndose cargo de la violencia que el Estado necesita no ejecutar con sus propias fuerzas. Sin embargo, también es ostensible que gran parte de las fuerzas paramilitares están compuestas por ex agentes militares o al menos entrenadas en la doctrina de la seguridad nacional. Parece que los ejércitos y policías avanzan sobre los territorios cuando ya se trata de un problema de soberanía para el Estado, antes se sirven de los sicarios que están entre sus filas.

La reestructuración imperial capitalista tiene sus pliegues, que permanecen invisibles hasta que de vez en cuando las balas del estado de derecho o de sus paramilitares nos asestan heridas mortales. Y, como gritan las compañeras asediadas por la violencia machista, no podemos permitir que nos sigan matando. De allí, la insistencia en agudizar nuestros sentidos y compartir los pensamientos sobre la tormenta por venir. Pues ha estado goteando y ahora llueve, pero puede que no estemos preparadxs para el diluvio aún.

Hace un par de meses, el diario chileno vocero del departamento de Estado norteamericano, anunciaba el retiro de las tropas chilenas desplegadas en Haití, que formaban parte de la fuerza supranacional de la ONU. En la entrevista al ministro de Defensa, El Mercurio le pregunta ¿qué ganó Chile tras 13 años de ocupación militar, que significaron un gasto para el Estado de USD 177 millones?, a lo que José Antonio Gómez responde con toda honestidad: «capacitar a los militares chilenos en un escenario real [y que ya ha servido para] la cooperación en caso de catástrofes» (Francisco Águila: ¿Qué ganó Chile tras permanecer durante 13 años con tropas en Haití? El Mercurio on line, 9 de marzo de 2017). ¿A qué escenarios se referirá el ministro Gómez? A la inevitable radicalización de la resistencia mapuche, tal vez, o de las alguna vez vivas protestas estudiantiles. Recordemos que para la instrucción contrainsurgente existe el Fuerte Aguayo, la base militar yanqui en la costa de Valparaíso, donde marines entrenan a la yuta nacional para intervenir en conflictos urbanos. En las fotos, Puerto Príncipe se parece bastante a la población Parinacota de Conchalí, donde hoy viven hacinadxs lxs nuevxs migrantes negrxs, pagando arriendos a precio de hipster pero con muros de aglomerado. Haitianas y haitianos en Chile, homo sacer de l’Amerique Latine, venidos de a cientos en vuelos chárter como en los antiguos barcos negreros, para abastecer con su fuerza de trabajo los empleos más precarios, para enriquecer los mercados de la seguridad y devenir la excusa que detona el siempre flagrante fascismo clasemediero espantado de las pieles negras. ¡Máscaras blancas, cascos azules! Las cadenas coloniales pesan siglos: de la metrópoli parisina a la dictadura de Baby Doc, los gringos invadiendo la isla para sacar a Aristide el 2004 y desde entonces la MINUSTAH esparciendo el cólera, violando mujeres, abusando, controlando el narcotráfico, por todo lo cual los milicos de la republique du Chili serán condecorados al volver a Santiago. Gómez sube al helicóptero Puma, mismo ejemplar desde donde regaron el Pacífico con detenidxs desaparecidxs en los 70, y palmea la espalda de los nuevos comisarios de la policía multinacional. Un profesor de castellano convertido en vendedor de licores reformula la pregunta de El Mercurio: ¿Qué más puede perder Haití?

5.

¿Qué mira hoy el ángel de la historia? ¿Qué imagen se cuela en el espejo de Benjamin? Si tenemos un comentario que hacerle a loas compas de la Sexta es que necesitamos alimentarnos del ojo que completa el cuadro de Klee. Hacer visible lo evidente, aún cuando la distopía se empecine en mantenerlo invisible, mediante el dispositivo de ocultamiento que le es propio: la ostentación de la mentira. «Guerra es paz» dice 1984. «Minería es progreso» dice una pared de ladrillo crudo en El Alto. «Trabajo es bienestar» dice cualquier publicidad. «Monocultivos de pino y eucaliptos son bosques» dice la FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. «Transgénicos combaten el hambre» dice la Organización Mundial de la Salud.

¿Qué descubre Benjamin cuando se mira hacia adentro y se ve con el rostro cubierto por un pasamontañas en la selva Lacandona? La historia universal como la historia de los vencedores, la historia de la filosofía como teología cristiana, el colonialismo del proyecto ilustrado y su blanca modernidad. La continuación de ese colonialismo en el posneoliberalismo de los gobiernos bolivarianos.

Segundo excurso (que es un desgarro): Una celda de aislamiento y castigo en la Penitenciaría Federal de Mossoró, estado de Río Grande del Norte, Brasil. Allí sobrevive el comandante Ramiro, partícipe de las acciones más radicales del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Fue capturado en 2002 por el secuestro de Washington Olivetto, empresario del marketing político y financista del Partido de los Trabajadores. Ramiro habla pausado y engrillado. Detrás suyo, gendarmes armados. Delante, las cámaras de Chilevisión, periodistas y policías civiles chilenos que investigan el ajusticiamiento de Jaime Guzmán. Inhala y recuerda la ruptura del Frente con el PC en 1987: «que el Partido Comunista tuviese 60 años de existencia no era necesariamente una cuestión de orgullo, pues a pesar de su historia, de su experiencia política, nunca había optado por llegar hasta las últimas consecuencias. Creíamos, como el Che Guevara, que se triunfaba o se moría, no se vivía permanentemente en función de reformas moderadas» (Mauricio Hernández: Un paso al frente. p.90). Fin del segundo excurso.

Mientras, otro cuerpo arde en Caracas. Los que mueren son los chamos pobres, a pesar del cinismo de los sifrinos que acumulan hasta el rédito político de esos cadáveres. Maduro llevó al socialismo del siglo XXI a una posición que parece estupidez o cobardía, frente a la tragedia de Allende con que se compara. La cobertura de derechos básicos sostenida por los ingresos del petróleo venezolano durante la época de Chávez (ingresos que a su vez financiaron la emergencia de la casta burocrática boliburguesa y militar) no constituye en caso alguno un proceso revolucionario, por más que la reacción a este proceso sea dirigida por la derecha golpista y restituyente del duro orden neoliberal privatizador. Ante la caída del precio del petróleo, el gobierno bolivariano gira al extractivismo minero, impulsando un megaproyecto de extracción de coltán, diamante, oro y otros minerales, en el arco del Orinoco, abarcando una superficie de 112 mil kilómetros cuadrados, que es habitada por diversos pueblos indígenas: Pumé, Kari’ña, Arawk, Pemón, Warao, Sapé, Uruak, Arutani, Ye’kwana, Hoti, Eñe’pa-Panare, Wanai-Mapoyo, Piaroa y Hiwi (María Laura Cano Franquiz: Arco Minero del Orinoco vulnera fuentes vitales y diversidad cultural en Venezuela. La Izquierda Diario, 4 de septiembre de 2016). Dentro de los inversionistas del Arco Minero del Orinoco está la Barrick Gold, la mayor empresa multinacional aurífera del mundo.

Con sigilo, se viene urdiendo un proyecto que reestructurará el orden geopolítico en la dirección que venimos advirtiendo: la IIRSA, Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana, que agrupa a los 12 países de la UNASUR. IIRSA asegura la participación transversal de los países sudamericanos, indistintamente de su orientación bolivariana o neoliberal, en la ejecución de infraestructura vial, ferroviaria y portuaria, para la circulación de las mercancías primarias extraídas de nuestros territorios, con el fin de abastecer la demanda del crecimiento industrial chino. Hace solamente una semana, chilean president M. B., de visita en China, ofrecía a Xi Jinping la disponibilidad absoluta de Chile como puente entre Asia y Latinoamérica. La ocasión correspondía al foro de las Nuevas Rutas de la Seda, es decir al anuncio de infraestructura para la circulación de mercancías entre China y Europa. ¿Y por dónde sale China al Mediterránaeo sino por el levante, donde el mundo se halla en guerra civil? (Rodrigo Karmy: Escritos bárbaros. Ensayos sobre razón imperial y mundo árabe contemporáneo). Este llamado multilateralismo no es más que el fortalecimiento del imperialismo chino, frente a la decadencia de la hegemonía norteamericana.

Cuando los aún enarboladores de la izquierda clásica nos dicen que criticar a Maduro es estar contra el socialismo, recordemos el devenir capitalista de los gobiernos bolivarianos. Sólo existe política clásica para quienes creen que no hay nada más fuera de eso. Y fue George W. Bush quien dijo: «o están con nosotros, o están con los terroristas». Pero esto no es un cúmulo de insumos para el entristecimiento general, en cambio es un llamamiento a todxs quienes creen en la política, a ejercerla de manera radical, con el cuerpo afectado y afectando, esparciendo la potencia revolucionaria entre las pieles fértiles y los nervios frágiles.

Recado confidencial a nuestros padres muertos antes que mueran

Si el pensamiento es infinito porque es una relación entre pensamientos individuales, entonces nuestra condición está determinada por la capacidad que tengamos de escucharnos. Desde que nacimos, nosotros venimos escuchando sus sueños y frustraciones, y si bien eso nos ha alimentado las ganas, también nos ha hecho mella en la posibilidad real de vivir otro tipo de vida, ustedes y nosotros. Las modificaciones del mundo en los ámbitos de su reproducción material y simbólica no han hecho sino acelerar nuestras debilidades, esto es, el sufrimiento que nos causa existir así en este mundo. Sin embargo, lejos de proponer una nueva terapéutica, queremos refutar las bases según las que nos han enseñado a leer esta vida en crisis. Para partir, no habría una determinación material que supedite a sí las demás dimensiones de la existencia, lo que no significa negar la explotación de las grandes masas de habitantes humanos de la tierra, mediante el trabajo forzado que hoy toma la forma de la precariedad y la responsabilidad individual. Proponemos, recogiendo una tradición de lucha en el ámbito del pensamiento, que nuestra existencia está atravesada por una multiplicidad de fuerzas que la producen como vida humana. Ni la ciencia ni la técnica ni las humanidades ni la prensa ni las artes han sido jamás neutrales y, si en algún momento se concibieron al servicio de un proyecto de liberación, también en esto se limitan, pues no hay liberación que no pase por rechazar y destruir las categorías que el poder nos ofrece como atributos, sobre todo las de explotadxs, dominadxs y víctimas. La experiencia de vivir la vida libre y alegremente se abre al desertar de aquello que nos han recetado. Y, créannos, todo cuanto ustedes intentaron está en la lista de lo que el enemigo espera de nosotrxs. Expropiar bancos, armarnos, pasar a la clandestinidad, constituir partidos y sindicatos, crear alianzas y frentes amplios. Sabemos también que si queremos desertar, no se trata simplemente de renunciar a nuestras actividades en las ciudades e irnos a los valles a sembrar la tierra, esto no solamente porque la tierra entera está privatizada y ni bien la ocupemos nos caerá la fuerza militar de la propiedad, sino porque no queremos huir de una cárcel para entrar en otra que tenga mejores condiciones. Desertar implica experimentar permanentemente formas de vida no-capitalistas, no-autoritarias, no-patriarcales. Esto es crear nuevas armas, lo que tampoco se contradice con la necesidad de ejercitarnos, fortalecernos y armarnos física y materialmente contra un enemigo que existe a costa de nuestra destrucción. Esa experimentación está ya teniendo lugar en diversos territorios, climas y calendarios. El sigilo es su lengua, la ternura su piel. Desertar es, también, batallar contra la pereza del pensamiento, que reproduce lo que oye de las bocas mayores sin componerle nada a esa palabra policíaca. Este experimento no tiene una forma, pero tiene diversas intensidades. Conocemos, por ejemplo, de la represión que recibe el pueblo mapuche de las comunidades en resistencia, por eso con ellos nos exigimos la máxima de las solidaridades. No crean que cuando queremos acabar con ustedes buscamos su eliminación física, no se confundan. Nuestro combate contra la familia es parte de la guerra contra la moral que se libra en cada cuerpo que busca la libertad. Sabemos de dónde procedemos, del cariño con que nos dieron la leche y la sangre, pero también de la violencia histórica del patriarcado colonial, latifundista, obrero mismamente, del alcoholismo de los campos, de la violación de chinas y mujeres peruanas en la guerra del salitre. Procedemos del engaño y del aprovechamiento sistemático del orden dominante sobre nuestras madres y abuelas. No estamos orgullosos de todo lo que nos compone. Y aquello por lo que luchamos, así como la metodología misma de nuestra lucha es componer entre nuestras individualidades algo más grande que cada una por separado, siempre esquivando la unidad que encabeza. Lo que soñamos no es algo por construir sino el acto más principal de la existencia. Procuramos una comunidad de personas libres que realicen su voluntad en el choque de las mismas, siendo así más potentes, es decir, que podamos hacer más y mejor, que la suma de esclavos llamada de manera grandilocuente sociedad.

Continuidad del esbozo y tres principios de la «guerra en curso»

pacos huyen de manifestantes en dictadura chile

Una falsa dicotomía ha venido creciendo bajo nuestras narices durante todo este período posterior a, aproximadamente, 1989, caracterizado como «post-dictadura», «democracia tutelada», «inserción de Chile en los mercados internacionales» o, simplemente, «dystopía». Esta aparente contradicción comienza en una constatación que se arruina, precisamente, en el momento de disponer materialmente de una acción, cuando se piensa el qué hacer en oposición al cómo hacer, es decir cuando caemos en el triste otoño de la pereza y la complacencia ciudadanas -pues hay dos disposiciones polares ante la constatación de la violencia: la de víctimas o la de guerrerxs.

Que la táctica y la estrategia sean el problema que convierte a la izquierda en un delta, cuyos cauces desembocan en un pantano en lugar de la mar-océano, no debiera sorprender a ningún lector del escenario político. Y aún así, el grito de la multiplicidad no puede abandonarse donde la bandera de la libertad devela todos los colores. Pues, hay efectivamente una constatación común: la necesidad imperativa del fin de este sistema de dominación, que es la dominación del capital sobre la humanidad y la naturaleza de la que ésta es parte, y que tiene como principales características constitutivas:

  • la destrucción de la tierra a partir del carácter extractivista del capital en el territorio ocupado por el Estado chileno, así como en diversos lugares del planeta donde el neocolonialismo se extiende heredando los estados nacionales sus roles administrativos a grandes corporaciones transnacionales. Aquí hallamos desde ya el vicio ontológico del capital, por cuanto las economías de extracción comportan en principio la explotación —ya sea «sustentable» o derechamente depredadora— de los «recursos naturales»: comprende a la tierra como una mera fuente de explotación para las formas de vida humana dominantes. En el régimen político contemporáneo, la primacía de la extracción de cobre, madera y salmón, es consecuencia del proceso de desindustrialización a que sometió la dictadura a Chile, vendiendo las entonces incipientes industrias de propiedad estatal a los administradores civiles de la matanza, tales como Joaquín Lavín o Julio Ponce Lerou, hoy llamados eufemísticamente empresarios;
  • el capitalismo financiero, que es la primacía de la circulación de dinero cuyo valor aún no ha sido producido por el trabajo humano, para el intercambio de mercancías, cuya adquisición por las grandes franjas humanas sólo es posible mediante la deuda, la cual a la vez que habilita el ingreso simbólico a las formas de vida dominantes, principalmente con el uso de tecnologías de la comunicación e imagen, perpetúan la esclavitud contemporánea de lxs precarizadxs empleadxs, por cuanto consumen lo que aún no han producido, sin poder asegurar que podrán pagar sus deudas pero asistidos de la absoluta certeza de que ésta le será cobrada igualmente a las descendencias;
  • y un Estado neoliberal fundado por la violencia militar del golpe de Estado de 1973 contra los pueblos en Chile, a partir de cuyo estado de excepción se definió nuestra estructura jurídica –la Constitución de Guzmán– que restringe hasta hoy el campo de operaciones de la política al padecimiento de la connivencia gubernamental entre empresa y poder constituido, bajo la subjetivación del miedo y la ciudadanía de lo posible, es decir, bien digeridas las falacias de la libertad y la democracia.

Todas las «demandas» de los «movimientos sociales» surgen como respuesta a esta tríada, que es mucho más una cultura que una economía, es decir, es una retícula de comprensión del mundo. Es sentido creado y, sólo en tanto tal, espectáculo. Se presenta como lo único posible hasta que finalmente aparece como lo deseable, mediante los dispositivos de gobierno, que son mecanismos de subjetivación de la tristeza.

un país serio soy lider

Pero el talud se abre en la pared, la perspectiva nos hace ver la jaula en su extensión casi infinita, tenemos la salud de notar nuestra propia angustia, escuchamos el grito de los cuerpos cansados y castigados, y detona así entre los comunes, la rebelión. Henos ahí, afinidades, nos amis, irreductibles. Y he allí también el astigmatismo de quienes quieren ver en lxs que se sublevan a un grupo de iluminados, una vanguardia, un foco guerrillero, falsos profetas, o cualquier cosa que no sea la comunidad viva luchando por su afirmación. De la náusea de lxs que olían a diario el procesamiento de cerdos en Freirina a las históricas luchas de los pescadores contra la privatización oligopólica de la mar: comités, juntas de vecinos, asambleas. Todo lo que hermana a aquello que han llamado “luchas locales”, es decir, la misma fuerza que alimentaba la rabia del Movimiento Social por Aysén cuando logró articular diferentes organizaciones bajo esa fórmula inconclusa que rezaba: «Tu problema es mi problema» y que no despejaba la ecuación con el origen común que dotaría de conciencia a la lucha: el capitalismo. Porque, como escribió hermosamente Foucault a un diario francés en 1979 a propósito de las sublevaciones contra el Shá en Irán, “el hombre que se levanta finalmente no tiene explicaciones”.

Entonces, un diagnóstico: la crisis. Falta un movimiento -que no la solución: el acto. La falsa dicotomía: (1) que todo acto político cristaliza en un nuevo orden de dominación y (2) que el pensamiento crítico no constituye en sí una acción política.

Politizar la constatación quiere decir: traducir esa masturbación del descontento en una ética material de la guerra: reconocimiento, cartografía, táctica, estrategia, defensa, afirmación, enfrentamiento y avance. Pensar este teatro de las fuerzas, potenciar las propias nuestras, observar el despliegue de los dispositivos de gobierno, oler y escuchar con cautela, preguntar a los demás vigías si ven la misma tormenta, y vivir poéticamente que es lo mismo que vivir de manera revolucionaria. Pues no podemos sembrar la semilla del mundo nuevo sólo una vez hayamos vencido y esté tranquilo el campo de batalla, sino por el contrario, jamás pretendemos el apaciguamiento de las fuerzas, la impolítica. Será en el mismo despliegue y potenciamiento de nosotrxs en tanto comunidad, como vamos a socavar el imperio de la violencia de género, clase y raza; finalmente de todo tipo de dominación.

Si el individuo hace agua, pues ¡que se disuelva en el piélago de lo común!. Únicamente desde ese lugar, iremos avanzando.

CHILE-CELAC-EU-SUMMIT-PEOPLE-DEMO

Como hemos expresado, esto es la continuidad de un esbozo, que estamos creando en todo momento, que no cesa de crecer y que, por lo tanto, no lo pueden parar. Sólo se está creando nuestro ejército una vez comprendida la nulidad de oponer la constatación del diagnóstico a la puesta en acto de la rebelión. Por eso, para la examinación de nuestro escenario, queremos recoger algunas experiencias con miras a expresar algunos principios elementales de nuestra posición:

Enero de 2015. Puente de Allenby. Nicole Carpentier Nazal, nacida en Chile, intenta entrar a Palestina por la frontera entre Jordania y Cisjordania, controlada por las fuerzas armadas de Israel. Los oficiales reconocen rápidamente su origen palestino y la retienen varias horas mientras averiguan más antecedentes sobre sus actividades. La interrogan hasta el cansancio, le preguntan si ha participado en marchas en Chile, si milita en grupos políticos, cuál es su visión del “conflicto” en “Israel”. Le revisan el teléfono móvil en busca de números palestinos. En su maleta encuentran una copia en DVD de Enquette personelle de Ula Tabari, prueba suficiente de su palestinidad política. Entonces la pasan a otro interrogatorio, donde una oficial googlea su nombre mientras la amenaza de que no le mienta… pero rápidamente da con una firma digital de Nicole en Change.org contra el asalto israelí a la flotilla humanitaria a Gaza de 2010. Tras eso, la obligan a abrir sus cuentas de Facebook y correo electrónico, y finalmente la expulsan de vuelta a Amán. Primer principio: Que no nos vean quiere decir necesariamente que debemos vernos pero de otra forma ante los ojos de la vigilancia y el control. Debemos conjugar en todo ámbito, sobre todo en la virtualidad, el antiguo verbo griego lantháno, que podemos traducir como pasar piola: “habrá personas que se resistan a la adopción y al uso de la tecnología, personas que rechacen tener un perfil virtual, un smartphone o el menor contacto con sistemas de datos online. Por su lado, un gobierno puede sospechar que las personas que deserten completamente de todo esto tienen algo que ocultar y son así más propensas a infringir la ley” auguraba The New Digital Age citado por el Comité Invisible.

La utopía neoliberal propone, desde la filosofía inglesa, que los individuos preexisten a la sociedad. Toma como principios antropológicos el miedo y la desconfianza al otro, toda vez que el individuo se define asimismo por su condición de propietario. Es, de hecho, el contrato social, aquello que reglamenta esta condición del hombre, y eleva la primitiva posesión de los objetos al grado de propiedad, evitando con esto la guerra de todos contra todos. Sin embargo, los contractualismos reconocen un momento societal en el que, alcanzado cierto nivel de razón entre los hombres, éstos superan el estado de naturaleza e instituyen, por lo tanto, recién una forma de vida en común; la cual Hobbes, Locke y otros han llamado fundacionalmente: civilización. Pero el estado de naturaleza sólo opera especulativamente, pues no tenemos noticia de un momento de la humanidad sin relaciones entre personas y demás entes vivos; el estado civil por lo mismo viene a justificar el proyecto civilizatorio moderno a partir de esta especulación que tan bien les ha funcionado a los legistas de todos los tiempos, ¿o no, intendente Jouannet? De cualquier manera, el liberalismo se servía de este marco para solidificar los proyectos emancipatorios de las burguesías europeas, que son las administradoras de los estados nacionales modernos, los cuales por cierto eran en sí mismos proyectos que pretendían dirigir la humanidad entera y, por lo tanto, descansaban sobre la base de que el Estado articulaba la vida común de las personas. Pero son Friedrich von Hayek y Ludwig von Misses quienes principian la crítica ultraderechista al Estado, hasta llegar al calvo profesor de Chicago, cuya herencia padecemos en estos territorios australes, merced a los boys de la Junta. En el neoliberalismo no habría sociedad por salvar o por construir, pues ésta es la mera suma de los individuos que viven en una misma intersección espacio temporal. Para la racionalidad de estos autodenominados monetaristas, las iniciativas comunitarias son simplemente estúpidas, pues van en contra de una supuesta esencia humana del egoísmo y la competitividad, la cual esta última además operaría como desarrolladora de las iniciativas que continúan engrasando la máquina del capital. Por esto, el neoliberalismo es una utopía, y por esto también la comunidad es el nuevo fantasma que recorre el mundo entero y también Europa. Segundo principio: La comunidad no es algo por crear, sino una inmanencia que debemos direccionar como oposición a la economía política del individualismo. Es decir, cuando se habla de rearticular el tejido social que la violencia de la dictadura destruyó, no se trataría tanto de realfabetizar a los campesinos del Ñuble y devolverle la conciencia a la clase, como sí de expandir esta constatación cual un virus entre los enfermos cuerpos de lxs proletarixs, reconociendo lo común de lo local mas sin pretender una homogenización de las luchas en la diversidad de los territorios.

Los oráculos del calendario cristiano harían mejor en leer algunas de las millones de páginas impresas y digitales que documentan los levantamientos espontáneos de indígenas, trabajadores, estudiantes, campesinxs, mujeres desbordadas por el terrorismo patriarcal, en lugar de explicar los fenómenos sociales a partir de los cinco años del 2011 ó la década que hoy nos separa del invierno de 2006. Pues resulta muy sencilla la charlatanería de matinal televisivo que augura cambios en las correlaciones de fuerzas y reequilibrios cósmicos, cuando todo esto tiene su materialidad en la explotación de los cuerpos y en la destrucción del planeta. Y esto lo saben los comunes, las vecinas y los abuelos, lxs oficinistas y pasajerxs del transporte público que hace diez y cinco años salieron junto con nosotrxs a cortar las calles de las grandes ciudades con plantas ornamentales y escombros de sus patios, golpearon ollas con cucharones y gritaban por la educación pero también por lxs presxs, por lxs despedidxs a causa de pertenecer a un sindicato, por la represión desaforada que deja caer la yuta cuando recibe la orden de atacar la «amenaza interna». Ejemplos de esto nos sobran en la memoria, y son también el alimento que nos permite continuar sin morir, pero también sin caer en la esperanza que es la posposición de nuestro acto. Y no debemos posponer el acto de rebelión más allá de donde sea útil a nuestra estrategia, es decir, no empezar a pelear estando derrotados a priori, ni aplazar para el futuro eterno la disposición combativa, bajo la excusa de la acumulación de fuerzas. Tercer principio: Que la rebelión no está tan lejos sino como creamos que está lejos. Si algo caracterizó los movimientos sociales de 2006 y 2011 no fue su advenimiento desde una esfera separada de lo social, tampoco la cristalización de un poder popular en desarrollo. Fue la pérdida del miedo al conflicto, la claridad de que la política se ejerce en el pólemos, en el disenso, en la —finalmente cierta— guerra en curso.

Barricadas 28 mayo 2015

4to comunicado de Vitrina Dystópica: Nuestra voluntad aquí en la tierra

Viernes 3 de junio de 2016.

Cuarto comunicado de Vitrina Dystópica. La realidad no es capitalista

La brisa es oscura y huele a cemento crudo, Fray Camilo con Santa Victoria, un estacionador duerme entre apoyado en un municipal contenedor de basura, cartones autos y ruido ruido de un día cualquiera, el sol que poco calienta y por el contrario arde en la goma de nuestros zapatos de segundos pies. Todos los días a la hora de almuerzo, pocos comen muchos tragamos, mientras corremos en dirección al final de los meses. En un viernes de absoluta penumbra juega Chile mientras, frente al plástico de niños frágiles, manos cortadas, dedos comidos, abdómenes invertidos, y mocos cuya tristeza la historia no pretende aún secar. Atrapados en la mentira de un proyecto civilizatorio cuyo sustento es la desertificación de nuestras venas, nosotras, nosotros, todos perdemos.

Totalmente abatidos de tanto Chile en nuestros cuerpos agotados y poco tendidos, dormir sólo lo suficiente, espinazos flagelados por resortes punzantes de colchones viejos, usados, tanto puterío obligado y mucha bebida.

Peñalolén, avenida Grecia con el pasaje nueve. En La Modelo, a la manera de panadería, cuando cae la tarde en otras latitudes, salen rápidas botellitas de contenido genérico, menos cocteles que medicina, desparramadas andan luego a la orilla de las cunetas, como vidrio, polvo y tajos, despedazando pies descalzos de niñitos que cargan pasta en camiones tolva que nunca les pertenecieron. La infancia se hunde en los rincones más que enmohecidos de sus siesque casas. Arrastrados así como pingajos a las dieciocho horas en los vagones oriente poniente.

Mientras tanto y a pesar, en una esquina de este Santiago bajo, resplandecen sin embargo, dentro de un navío, tremendas las amistades. Sólo conozco la democracia falsa, la esperanza acompaña a la muerte y en medio de ese mar terrible, nos cobijamos tendidos, en una calle cualquiera, principal, por un fuego que emana columnas de humo negro, extinguiendo hasta el último hálito tosco de una ciudad tan infernal para nuestras madres. Gritamos hoy, con las piernas firmes, el rostro resuelto y la voz ardiente: hagamos por fin nuestra voluntad aquí en la tierra.

3er comunicado de Vitrina Dystópica: Un mundo nuevo en nuestros corazones

Viernes 27 de mayo de 2016.

Tercer comunicado de Vytrina Dystópica. La realidad no es capitalista

 

Si es verdad que llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones, entonces esta potencia es lo que se encuentra bajo ataque. Las articulaciones del poder producen formas de vida obedientes, opacas, tristes, enfermas, esclavas. Así, la posibilidad de afirmar relaciones sociales que operen en contra de las lógicas de la dominación, aparece como un peligro, un insulto, un cáncer, un fuego que es necesario apagar antes que se propague entre la pólvora vital que inevitablemente somos.

“Nuestra única patria: la infancia” esgrimía una pintada en la isla griega de Creta, refutando la necesidad moderna de una sociedad por salvar, una civilidad basada en un contrato como supuesta expresión de una justicia y en oposición a un estado de naturaleza que sólo pertenece a la especulativa del derecho. Y, no obstante, siguiendo al filósofo francés que se rasura la cabeza, defender la sociedad es defender el objeto de gobierno. Pero el despliegue de nuestra potencia es su dirección contraria. Gobernar es producirnos como sujetos obedientes y productivos; rebelarnos es alzar el cuerpo de este cepo cotidiano y tender hacia la libertad.

Desde las últimas décadas, las movilizaciones populares en este territorio signado bajo la marca Chile; han sido estudiantes secundarias y secundarios, jóvenes, niñas, niños, niñes, quienes han puesto sus cuerpos en la calle, gritado hasta la disfonía las consignas de siempre, ocupado sus colegios y las dependencias dizque públicas de este Estado, donde todos los ministerios son de economía. Abren el margen de lo posible, desatan las determinaciones de la educación mercantil y prueban, ensayan, se organizan, leen y escriben los nuevos marcos teóricos y metodológicos de la lucha. Por eso los castigan. He ahí la reacción gubernamental de palos, gases tóxicos, chorros quemantes del guanaco, abusos sexuales, patadas y puñetazos, bolsas en la cabeza, secuestros, desnudez en las comisarías, flexiones obligadas, vejación, amenazas de muerte. Y, cuando todo esto no es suficiente, también la muerte misma. Porque en Chile, la tortura siempre ha estado institucionalizada, y la policía de todos los gobiernos es la miserable ejecutora de estas prácticas de represión.

En todo caso, tenemos una buena noticia. Si la violencia se deja caer con tanta gravedad sobre nuestras hermanas y hermanos estudiantes, es porque éstos se rebelan, se levantan, llegan al momento de la ofensiva, que en realidad es la defensa, tras una vida de aguantar el despojo y el sometimiento. Se alzan los pueblos en Santiago, en Puerto Montt, en París. En el Wallmapu, en las fronteras cerradas de la blanca Europa, en esa cárcel a cielo abierto que es la Palestina ocupada.

Es en el momento de la crítica y la reflexión, de la discusión y la decisión, de la acción y el levantamiento, cuando este mundo nuevo que llevamos en nuestros corazones, se hace carne, cuerpo, baile, caricia, palabra, cadencia y amistad. Donde la comunidad despliega su potencia, pues no sabemos lo que un pueblo puede.