Resucitamos cada día por partes
nos hidratamos y nos hacemos carne en dos movimientos.
En el nombre de un bautismo negro
nos parapetamos
armados hasta las uñas con papeles vacíos,
bailando encima de una mesa de piedra blanca, con dientes
que se baten a duelo y que van y vienen de los sueños.
He soñado con que dejo caer un diente de mi boca al piso,
he dormido de cabeza, sin plata y con
largos tiempos de espera.
Y he resucitado
mientras todos a mi alrededor se derriten y
respiran al unísono como en estampida.
Muertos de la risa bajamos a la playa
trazando líneas discontinuas a medida que nos desplazamos,
el escalofrío se nos vuelve concepto
y en cuanto tal termina flotando sobre las aguas
como esa canción llamada “Barco Ebrio”
en la que más o menos se habla de la deriva
y la que cantamos de vez en cuando para sentirnos irreductibles.