4to comunicado de Vitrina Dystópica: Nuestra voluntad aquí en la tierra

Viernes 3 de junio de 2016.

Cuarto comunicado de Vitrina Dystópica. La realidad no es capitalista

La brisa es oscura y huele a cemento crudo, Fray Camilo con Santa Victoria, un estacionador duerme entre apoyado en un municipal contenedor de basura, cartones autos y ruido ruido de un día cualquiera, el sol que poco calienta y por el contrario arde en la goma de nuestros zapatos de segundos pies. Todos los días a la hora de almuerzo, pocos comen muchos tragamos, mientras corremos en dirección al final de los meses. En un viernes de absoluta penumbra juega Chile mientras, frente al plástico de niños frágiles, manos cortadas, dedos comidos, abdómenes invertidos, y mocos cuya tristeza la historia no pretende aún secar. Atrapados en la mentira de un proyecto civilizatorio cuyo sustento es la desertificación de nuestras venas, nosotras, nosotros, todos perdemos.

Totalmente abatidos de tanto Chile en nuestros cuerpos agotados y poco tendidos, dormir sólo lo suficiente, espinazos flagelados por resortes punzantes de colchones viejos, usados, tanto puterío obligado y mucha bebida.

Peñalolén, avenida Grecia con el pasaje nueve. En La Modelo, a la manera de panadería, cuando cae la tarde en otras latitudes, salen rápidas botellitas de contenido genérico, menos cocteles que medicina, desparramadas andan luego a la orilla de las cunetas, como vidrio, polvo y tajos, despedazando pies descalzos de niñitos que cargan pasta en camiones tolva que nunca les pertenecieron. La infancia se hunde en los rincones más que enmohecidos de sus siesque casas. Arrastrados así como pingajos a las dieciocho horas en los vagones oriente poniente.

Mientras tanto y a pesar, en una esquina de este Santiago bajo, resplandecen sin embargo, dentro de un navío, tremendas las amistades. Sólo conozco la democracia falsa, la esperanza acompaña a la muerte y en medio de ese mar terrible, nos cobijamos tendidos, en una calle cualquiera, principal, por un fuego que emana columnas de humo negro, extinguiendo hasta el último hálito tosco de una ciudad tan infernal para nuestras madres. Gritamos hoy, con las piernas firmes, el rostro resuelto y la voz ardiente: hagamos por fin nuestra voluntad aquí en la tierra.

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