pirámide

Carta piramidal

“SEA UN VIGILANTE MÁS EN LA COMUNA”
– Parque Bicentenario de Vitacura,
Santiago de Chile

               Bienaventurados los que cierran la boca,
los que cierran el ojo y el tacto,
los del trueno cerrado bajo la forma de tumores,
pues tendrán ante sí la amplitud de la ley humana
abierta como sus frutos descalzos en el aire
sobre el trasfondo de aldeas cerradas y valles
en franca reducción sucesiva de espacio.

Bienaventurados los poseedores de riquezas,
los que de su mesa expulsan al errante, al blasfemo,
al que no contrae deudas ante los muros del orden.
Sean dichosos los que temen, los de la piel trémula
misericordiosa y exigua.
No admitirás a tu vecino en los jardines
de la decencia y el privilegio,
jardines como dibujos cuya frontera es una cáscara
que nunca nadie ha de atravesar.
Pues he aquí la justicia y sus brazos de hierro
poderosos como la escritura sagrada del ganado industrial,
la que de su boca echará fuego sobre
el impuro, el mendigo de almas, el vividor y poeta,
todo aquel que resista con los huesos desnudos
la radiografía histérica de su singularidad.

Pecadores de la ciudad cerrada, temblaréis
y estaréis fuera de todo derecho,
el perdón os será negado (el precio del perdón).
Nada tenéis y nada vais a recibir.
Pues vuestra semilla ha nacido fuera del imperio de lo propio,
y fuera de éste ha de perecer.

Bienaventurados los que vigilan a su prójimo,
los que remueven cada pisada ajena. He aquí pues
cada centinela del miedo y su recompensa
por no dar respiro al tránsito de las almas:
casas y palacios vacíos arrodillados,
la libertad de los cuerpos vivos maniatada en calabozos submarinos,
la comida congelada de bocas, las copas tristes y en silencio.
Avenidas inmersas en el frío social de la policía,
quietas como congregación de ausencias,
ríos extraviados fuera y lejos del cauce humano.
Todo en orden, finalmente.